miércoles, 26 de octubre de 2011

Vuelta atrás en educación

Por Juan Antonio Gómez Trinidad, diputado y portavoz del PP en Educación.
  
Ha terminado una legislatura, que en realidad han sido dos a efectos educativos, sin ningún avance significativo en educación, como muestran los informes tanto nacionales como internacionales si se leen con objetividad, amplitud de miras y sin sesgos interesados.
  
Causa sonrojo oír que España ha avanzado mucho en materia educativa en los últimos 30 o 50 años –solo faltaría–. España es un país moderno con unas magníficas infraestructuras viarias como puede apreciar cualquiera que viaje por nuestro país ya sea en coche, tren o metro. Tenemos un alto grado de bienestar común y un magnífico sistema sanitario público.
  
Sin embargo, cuando de educación se trata no podemos tener la misma sensación ni decir que estamos a la altura de nuestro desarrollo económico y social. Es cierto que la educación es universal y gratuita, prácticamente desde los 3 a los 16 años, pero ahí acaba nuestra satisfacción. Un sistema educativo caro en el que los españoles –no los gobiernos– hemos realizado un esfuerzo ímprobo que no debemos rebajar, pero que no ha ido acompañado de los resultados esperados. En efecto, una tasa de fracaso escolar en torno a un tercio de los escolares y una tasa de abandono prematuro similar, nos muestra que estamos ante un problema de Estado. En un mundo laboral cada vez más cualificado, nuestros jóvenes no tienen empleabilidad en caso de que hubiera empleo. Hoy cuando solo se habla de economía, conviene recordar algo evidente: la clave del desarrollo económico es el capital humano y este se labra en la educación.
  
¿Por qué este atraso? ¿Por qué hemos tardado tanto en detectarlo? Sin duda alguna la pregunta es compleja y la respuesta no es única pero, al menos, se me ocurre una que creo acertada. Durante al menos los últimos 11 años –por situarlo en el momento de la transferencia de las competencias a todas las comunidades autónomas–, se ha instalado en el discurso político educativo la creencia de que invertir mucho en educación es garantía de su éxito. De este modo, bastaba que cualquier ministro o consejero, de uno u otro partido, demostrara que había incrementado el gasto educativo para justificar su buena gestión.
  
De sobra sabemos que una educación buena es cara, pero que una educación cara no es necesariamente buena. Dicho de otra forma, a partir de un determinado nivel de gasto e inversión, lo que influye en los resultados son otros factores estrictamente educativos.
  
En esta legislatura, sobre todo a partir de la llegada del ministro Gabilondo, hemos hablado y mucho, todos los implicados en educación: profesores, padres, sindicatos, políticos, etc. Y hemos hablado de temas educativos: autonomía de los centros, autoridad del profesorado, equipos directivos, del esfuerzo, de la responsabilidad, de la participación, de la Formación Profesional o de las distintas vías formativas en la última etapa de la Secundaria.
  
Sin embargo, observo con pena que el comienzo de curso, conflictivo sobre todo en algunas autonomías, ha vuelto a situar el debate educativo en términos economicistas. Solo se habla de recortes o de ajustes económicos. Me consta que la situación no es agradable para ninguna de las partes y cada una de ellas debiera analizar qué errores ha cometido en el planteamiento del conflicto, así como qué puede hacer para solucionarlo.
  
La situación actual perjudica sobre todo a la enseñanza pública. Pero más allá del conflicto, lo grave es que se ha perdido el discurso educativo. Si se vuelve a plantear en términos economicistas, es tanto como decir que la educación en España no puede mejorar mientras dure la crisis económica. Puede servir de excusa cómoda para quien no quiera asumir responsabilidades. Pero, además de un error, es una pérdida injustificable de tiempo para resolver el problema educativo en España.
  
Fuente: Revista Escuela, n.º 3919 (octubre de 2011), pág. 36.

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